El giro aplicado en la metaética

 



Antonio Gaitán

(agaitan@hum.uc3m.es)

Universidad Carlos III de Madrid




La metaética se ocupa de cuestiones de segundo orden sobre nuestras opiniones morales. El significado de los términos morales más básicos (correcto, incorrecto, bueno, malo, etc.), su relación con la motivación y conducta moral o su estatuto ontológico (¿tienen un fundamento objetivo o relativo?) suelen citarse como las cuestiones que interesan a la metaética. Esta imagen general ha dominado el debate académico en el ámbito anglosajón desde hace más de setenta años. Sin embargo, una concepción más social y aplicada de la metaética, también menos individualista, ha cobrado relevancia en las últimas décadas.


Esa ruta alternativa puede rastrearse en posiciones teóricas bien asentadas dentro del debate más académico. John Mackie, por ejemplo, introdujo a mitad de los años setenta del siglo pasado su ‘teoría del error’. Según Mackie, nuestros juicios morales expresan creencias sistemáticamente falsas – no habría ninguna propiedad que pueda hacer que nuestras creencias morales sean verdaderas. Aunque el debate en torno a la ‘teoría del error’ se centró en los méritos de un par de influyentes argumentos, conviene remarcar que la propuesta de Mackie ofrece al lector atento el esbozo de lo que podría ser una explicación social del origen y la forma de nuestra fenomenología moral:



“(…) patterns of behaviour put pressure on individuals. and each individual tends to internalize these pressures and to join in requiring these patterns of behaviour of himself and of others. The attitudes that are objectified into moral values have indeed an external source, though not the one assigned to them by the belief in their absolute authority” Mackie, J. Ethics. Inventing Right and Wrong, p. 43



Mackie vislumbró una senda social para la metaética. Es la interacción social (y los complicados equilibrios que requiere esa interacción) lo que explicaría en última instancia los rasgos centrales de nuestra fenomenología moral.


La senda social vislumbrada por Mackie ha sido transitada desde entonces por muchos filósofos, en ocasiones como ‘desviaciones’ de la línea más asentada y asumida. Pero además de esas desviaciones, llamativas, pero en última instancia particulares y limitadas, el objeto y los compromisos metodológicos de la metaética se han cuestionado de forma más consistente al hilo de un creciente caudal de evidencia empírica centrada en nuestras creencias metaéticas efectivas. ¿Pero cómo podemos acceder a las creencias metaéticas de la gente, al margen de las especulaciones de los filósofos?


Una forma de acceder a nuestras creencias metaéticas explota nuestras intuiciones más básicas sobre el desacuerdo. Para saber si alguien es un objetivista o un no-objetivista moral podemos empezar presentándole un desacuerdo moral, real o imaginario, y pedirle que escoja entre dos posibles descripciones. En una se afirma que uno de los dos participantes en el desacuerdo debe estar equivocado; en la otra se afirma que ambos pueden estar en lo correcto. Si la persona en cuestión escoge la primera descripción, su elección facilitaría evidencia a favor del objetivismo; si escoge la segunda descripción contaríamos con evidencia, imperfecta y tentativa, a favor de una sensibilidad no-objetivista. Para enriquecer esta metodología se pueden comparar las reacciones de la gente sobre diferentes tipos de desacuerdo – factuales, de gusto, etc.


Al usar el paradigma del desacuerdo se han encontrado patrones de respuesta tremendamente interesantes. En contra de lo que se ha venido asumiendo, parece que no somos tan objetivistas como se suponía. En general, parece que no somos tan ‘istas’ en ninguno de los sentidos asumidos en el debate metaético tradicional. La mayoría de la gente suele pensar que las disputas morales tienen una solución objetiva, pero al mismo tiempo también que algunas disputas morales no tienen una solución única (y esto a su vez no implica que creamos que esas últimas disputas hacen referencia a simples cuestiones de gusto o de preferencia personal). La información cultural que enmarca los desacuerdos también afectaría a nuestras intuiciones sobre el estatuto moral de algunas afirmaciones. Estos y otros hallazgos apuntarían hacia lo que comienza a denominarse como ‘el pluralismo de nuestras intuiciones metaéticas’.


Pero además de ilustrar la pluralidad de nuestro pensamiento metaético, la evidencia reciente nos ayudaría a entender la incidencia práctica de ese peculiar nivel de moralización. Aunque muchos filósofos creen que nuestras creencias metaéticas son poco más que epifenómenos, dependientes en todo momento de rasgos ligados a nuestras opiniones morales de primer nivel, el pluralismo esbozado arriba parece indicar que nuestras creencias metaéticas inciden de forma autónoma y efectiva en numerosas dinámicas.


Parece que nuestra fenomenología moral está ligada a la percepción de consenso moral. Así, en algunos estudios se ha encontrado una correlación significativa entre la percepción de consenso en torno a una determinada afirmación moral y un mayor objetivismo asociado a esa afirmación. También sabemos que nuestras creencias metaéticas pueden constituir barreras importantes en contextos institucionales regidos por leyes y en contextos informales en los que resulta vital lograr el acuerdo con aquellos que piensan de modo distinto. Aquellos códigos legales que prohíban acciones que son percibidas como objetivamente correctas por un porcentaje elevado de la población estarán sujetos a una crítica más severa y seguramente a un nivel de incumplimiento muy elevado - y a la inversa: aquellos códigos legales que sancionen como permisibles acciones que son percibidas como objetivamente incorrectas generarán protestas y un elevado grado de tensión social.


En contextos más informales, la percepción metaética de la propia posición moral puede ser un factor relevante para entender ciertas dinámicas indeseables. Por ejemplo, los desacuerdos dentro de un grupo se ha observado que hay una tendencia típica hacia la conformidad con la opinión del subgrupo mayoritario. Esta tendencia podría verse mediada por los diferentes perfiles meta-éticos de los miembros del grupo. Resultaría esperable que los absolutistas morales implicados en un desacuerdo acaben siendo menos influenciados por estas dinámicas de conformidad - en comparación con aquellos que tienen un perfil más relativista o subjetivista. Y la misma lógica hace que se haya observado que en desacuerdos en los que muchos agentes están imbuidos de fuertes convicciones morales resulte muy complicado acordar un procedimiento de resolución del conflicto. Estas predicciones contrastarían con lo que se viene observando en los desacuerdos no morales, donde se suele acordar fácilmente un procedimiento para resolver el conflicto.


Finalmente, nuestras creencias metaéticas también parecen afectar a las dinámicas de polarización política que venimos observando en épocas recientes. En un estudio reciente realizado por miembros de APPLY (Viciana et al. 2019) se encontró que el absolutismo moral parece ser un factor relevante en dinámicas de intolerancia política. Percibir que en un desacuerdo sobre los temas socio-morales de la agenda política “solo una parte puede tener razón” (objetivismo o absolutismo moral) estaría relacionado con un mayor grado de discriminación partidista.


El estudio de nuestras creencias metaéticas efectivas es un ámbito con un fuerte potencial aplicado. Como resultado, el filósofo con vocación práctica puede intervenir desde diferentes niveles. La relevancia que las distinciones metaéticas al uso tienen para mejorar y precisar las herramientas que usamos al medir el perfil metaético de la gente es un ámbito donde la colaboración con psicólogos y científicos sociales puede ser más fructífera. El debate filosófico en torno a los desacuerdos y su relevancia para entender posiciones metaéticas más generales es otro ámbito que sin duda puede acercar a la filosofía teórica con intereses más aplicados.



REFERENCIAS


Gaitán, A. Viciana, H. (2018). ‘Relativism of distance. A step in the naturalization of meta-ethics’, Ethical Theory and Moral Practice, 21, págs. 311-327


Gill, M. (2009). ‘Indeterminacy and Variability in Meta-ethics’, Philosophical Studies, Vol. 145, 2, págs. 215-234


Goodwin, R. Darley, J. (2010). ‘The perceived objectivity of ethical beliefs. Psychological findings and implications for public policy’, Review of Philosophy and Psychology, 1, págs. 161-188.


Skitka, L. J., Bauman, C. W., Sargis, E. G. (2005). ‘Moral conviction: Another contributor to attitude strength or something more?’ Journal of Personality and Social Psychology, 88, 895–917.


Viciana, H. Hannikainen, I. Gaitán, A. (2019). ‘The Dual Nature of Partisan Prejudice. Morality and Identity in a Multi-party System’, PLOS, https://doi.org/10.1371/journal.pone.0219509



DIVULGACIÓN


‘Los otros no son tan odiosos como crees ni te detestan tanto como imaginas’ El País, 5 de diciembre de 2019, https://elpais.com/elpais/2019/12/04/ciencia/1575465680_813028.html



‘Polarización afectiva: entre el tribalismo y el absolutismo moral’, Viciana, H. Gaitán, A. Hannikainen, I., Agenda Pública-El País, 3 de noviembre de 2019,

http://agendapublica.elpais.com/polarizacion-afectiva-entre-el-tribalismo-y-el-absolutismo-moral/




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